Son los paseos tempranos en las silenciosas mañanas de domingo. Cuando todavía no hace frío, pero ya refresca. Son los árboles y canales dorados de hojas flotantes.
Es el sonido de los pasos en las calles empedradas y el timbre de alguna bicicleta. Es el olor a café y croissants. Es el sabor a stampot, calabazas y uvas.
Es viento frío, pero rayos de sol cálidos. Jersey fino, pero bufanda. Vino fresco, pero té caliente.
Es la luz anaranjada de los atardeceres de esos soles gigantes que solo se ven en estas latitudes. Es la luz de los locales desde fuera cuando oscurece. La luz amarillenta de las farolas.
Holanda en otoño es la calma antes del invierno.